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Los cafés holandeses en peligro

BySkunk

Nov 13, 2010

Uno de los 1.200 cafés que solía haber en Ámsterdam. Ahora no hay más de 700.

“Esto es old Dutch skunk… te deja medio trabado”, me dice Jason den Enting, el gerente general de la cadena de cafeterías Dampkring en Ámsterdam.

“Es un poco físico, te relaja…”.

Su entusiasmo es evidente, pero no oculta su preocupación.

La tradicional tolerancia holandesa respecto a la venta de pequeñas cantidades de marihuana vendida en cafés con licencia está siendo puesta a prueba.

Estas cafeterías surgieron a mediados de los años ’70. La idea era crear lugares donde la gente adulta pudiera fumar marihuana en un ambiente seguro, pero donde estaban prohibidas otras sustancias ilegales.

Los cafés se encuentran bajo gran presión desde los ’90, principalmente por parte de las leyes de licencia.

En su apogeo, había unos 1200 cafés, pero el total en la actualidad sólo alcanza a 700.

Batalla política

En Holanda, hay quienes piensan que su sociedad es demasiado liberal.

Y ahora, desde la perspectiva de den Enting, la amenaza es inminente.

El 14 de octubre asumió el gobierno una nueva coalición. Parte del acuerdo al que llegaron los diferentes grupos políticos estipula que los cafés “se transformarán en clubes privados”.

En otras palabras, adiós a los turistas.

“Es puro juego político.Tienen problemas y sólo hablan de niños musulmanes y cafés. No es que vayamos a quebrar, pero alguna gente va a perder su trabajo”.

Mientras Dampkring podría sobrevivir, otros no podrían.

No es sorprendente que los clientes me dieran una visión pesimista de las propuestas.

Isabelle, de Worcestershire, reaccionó de manera típica: “va a cambiar toda la mística, la gente ya no estará relajada y puede que acuda al alcohol”.

Pero, para muchos, en Holanda las nuevas restricciones legales son parte de una batalla para proteger su calidad de vida. Y la pequeña ciudad de Roosendaal está en la primera línea de fuego.

A sólo algunas millas de la frontera con Bélgica, para 2007 se había convertido en un centro de drogas para turistas, con unos 12.000 visitantes a la semana. Ésta es un área con una población de sólo 10.000 personas.

La municipalidad pensaba que era por culpa de algunos “puntos de venta” sin licencia. Sin embargo, la investigación de 2008 reveló que el 90% de los turistas que buscaban drogas venían, de hecho, a los cafés licenciados.

La solución era muy simple: cerrarlos todos.

Contradicción fundamental

Para la primavera de 2010, todo turista que venía por drogas había desaparecido, al igual que algunas productivas empresas.

Ben van der Hoeven se alegra de que cerraran los cafés en su pueblo.

Un turista podía gastar unos 30 euros por visita, lo que significaba para los ocho cafés de la ciudad hasta 324.000 euros en ingresos semanales.

Ben van der Hoeven, un funcionario local, me muestra Molenstraat, donde se agolpaban los cafés. Es una calle de cinco metros de ancho y los jóvenes turistas que manejaban por ella creaban desorden.

“Había problemas para estacionar, intimidación. Ahora le estamos devolviendo Molenstraat a los habitantes de Roosendaal. Es, nuevamente, una arteria comercial”, dice.

Es exactamente la triste experiencia de ciudades como Roosendaal lo que ha transformado a los cafés en un blanco del gobierno.

No obstante, prohibirles a los turistas comprar marihuana no resolverá la contradicción medular creada por la política de tolerancia, de acuerdo con Tim Boekhout van Solinge, un criminólogo de la Universidad de Utretch.

“Los cafés está autorizados a vender pequeñas cantidades de cannabis a los consumidores, pero, ¿cómo consiguen el producto? Tienen que comprarlo en el mercado ilegal”.

El que la marihuana efectivamente sea ilegal en Holanda puede sorprender a muchos pero es un hecho que crea varias anomalías.

La primera es que mientras miles de personas están felices fumando en los cafés, la policía está tratando de restringir el suministro.

Otra criminóloga, Nicole Maalste de la Universidad de Tilburg, dice que los productores de marihuana son, en este momento, la más alta prioridad de la policía, y se nota: los precios se han doblado en los últimso dos años.

Tonos de gris

Algunos dueños de cafés han sido arrestados camino a su trabajo, atrapados cuando cargaban el suministro del día.

Gente en café holandésHay oposición a que se limite la posibilidad de frecuentar los cafés a sólo miembros.

Pero quizás el elemento más intrigante del acertijo de las cafetería es que los holandeses no pueden resolverlo por medio de legislación.

Boekhout van Solinge apunta que en cuatro ocasiones se obtuvo la mayoría parlamentaria para la legislación plena de la producción y que todas las veces el gobierno se rehusó a adoptar las nuevas leyes.

“Éste es un país pequeño y hay una presión casi constante de Estados Unidos para que no se liberalice más”, indica.

Para algunos, sin embargo, esto es señal de que la sociedad holandesa finalmente se está dando cuenta de cuán peligroso es su tradicional liberalismo.

Entre ellos está Nicolien Van Vroonhoven, de la Alianza Cristiana Democrática, parte de la coalición gubernamental.

Ella habla de los problemas de la adicción y la facilidad con la que una droga suave puede llevar al uso de drogas más duras.

“Al tolerar los cafés se niegan todos los problemas que causa la cannabis”, opina.

Una prohibición total, no obstante, aún no está en las cartas y la resistencia a las actuales propuestas de “sólo para miembros” podría llevar el tema a los tribunales.

Pero el debate en Holanda al menos subraya las imperfecciones de la política que sigue el país.

Los dueños de los peculiares cafés siempre han operado en tonos de gris, pero parece que ahora el público holandés quiere que la situación sea en blanco y negro.

Fuente:BBC Mundo



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